La 92a edición de la «Volta» Ciclista a Cataluña, que se disputará del 19 al 25 de marzo, ya tiene escenario de salida. La capital del alt Maresme, Calella, acogerá los primeros kilómetros de la competición y volverá a formar parte de la prueba decana del ciclismo estatal, después de los precedentes de 1963 y 1964. La firma del acuerdo de colaboración tuvo lugar el día 31 de Enero entre la alcaldesa, la Sra. Monserrat Candini, y el Presidente de la Volta Sr. Rubèn Peris, en el salón de plenos del Ayuntamiento de Calella.
El día de Reyes de 1911 es cuando se inició; cuando se dio la salida a la primera edición de la “Volta” a Catalunya, empezaba algo más que una de las pruebes ciclistas más antiguas del mundo. Organizando un acontecimiento tan complejo y novedoso, los sectores más emprendedores de la sociedad catalana de la época lanzaban un mensaje de modernidad y cosmopolitismo al resto del país.
Catalunya vivía con optimismo el inicio del siglo XX. El dinamismo industrial conformó una burguesía moderna que encontró en las teorías catalanistas de Almirall su proyección política a la vez que descubrió la práctica deportiva como elemento diferenciador de clase y beneficioso para la salud, según las semillas revolucionarias de las teorías higienistas en boga. Son los años de la eclosión del esquí y el montañismo y del nacimiento de la pasión por el progreso técnico y la velocidad. El año 1908 Marinetti publicó su Manifiesto Futurista, el 1909 se inaugura el Real Club Náutico y el 1910 un avión sobrevuela por primera vez el cielo catalán; la sociedad catalana anda con paso decidido hacia la modernidad.
La posguerra y la Guerra Mundial marcaron unos tiempos convulsos para la ”Volta”. Julián Berrendero, Delio Rodríguez, Bernardo Ruíz, Emilio Rodríguez, Jesús Loroño, Miquel Poblet o Salvador Botella vencieron en la época más dura de la carrera, unos años en que faltaba de todo. A pesar de no poder contar con corredores extranjeros, el 1945 la Unión decidió celebrar con todos los lujos la XXV edición de la carrera programando una ”Volta” de dos semanas, con lo cual pudo recorrer prácticamente toda Catalunya. Apaciguada Europa, firmados los tratados y los pactos España-USA y aunque había pasado de largo Mister Marshall, los años del desarrollismo fueron también los mejores de la “Volta”.
Los 70 fueron los años dorados de la prueba; extendió su recorrido hasta el Alguer, Andorra o Menorca, y programó espectaculares etapas en plenas Ramblas de Barcelona. La concesión de la Cruz de Sant Jordi y el monumento a la “Volta” en la plaza de Sants suponen el colofón institucional y popular de esta época.
Restan en la memoria de miles de niños de aquel tiempo los días en que la clase entera abandonaba la escuela para ir a aplaudir los esforzados ciclistas al paso por su pueblo. Menguados de libertades y de proyección exterior, la “Volta” se consolidó como uno de los grandes estandartes internacionales del sentimiento de catalanidad.
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