El pasado jueves celebramos, en el Hotel Balmes de Calella, una noche temática de Habaneras -con un “cremat”, evidentemente- y un grupo calellenc que nos ofreció un recital con las habaneras más típicas, como la Bella Lola, La Paloma, El meu avi, etc. Debido de al gran número de personas que se interesaron por esta tradición tan arraigada a la cultura catalana –sobre todo en la costa- hemos hecho una pequeña explicación sobre los orígenes de este estilo musical.
Las habaneras son tonadas marineras originarias de Cuba que trajeron los “indians”, nombre con el que se designaba a la gente que a finales del siglo XVIII y durante todo el XIX, fueron a “Hacer las Américas”.
Estos “indians”, ricos o pobres, volvían a casa y esparcían esta música de ritmo indolente y las entonaban de taberna en taberna, que era el lugar donde buscaban refugio en días de trance.
Por lo tanto, podemos decir que la habanera nació en el siglo XIX, aunque para buscar antecedentes musicales hay que remontarse al siglo XVI, donde la contradanza inglesa, llegada en el Caribe cuando corsarios y piratas al servicio de la corona inglesa minaban el poder español en el continente americano.
Las influencias caribeñas de origen Africano dieron a la contradanza un ritmo más lento, y los criollos (los americanos descendentes de familias originarias de la Península Ibérica) dieron el toque definitivo.
Esta combinación de influencias fue especialmente vivaz en Cuba, donde parece que surgió la nueva danza. Hay varías fuentes en las cuales no queda clara cuál fue la primera habanera, pero lo que queda claro es que la Habanera más popular es “La paloma”, compuesta por Sebastián Iradier en 1840. Hay que destacar que las habaneras tuvieron una gran decaída de público en los 50, y solamente se mantuvieron en las tabernas y barracas de la orilla del mar de la costa ampurdanesa.
El “cremat” es la bebida que suele acompañar las habaneras. Originario de la Costa Brava, principalmente de la zona alrededor de Palafrugell, la costumbre de hacer un recital de habaneras con un buen “cremat” incluido se ha extendido por todo el litoral, incluso tierra adentro. A veces se organiza también una sardinada para no falte un buen festín. Se elabora con ron o con otro aguardiente, café -en grano y en infusión-, azúcar, piel de limón y especies, entre las cuales la canela. A continuación se pone todo en una cazuela de barro y se enciende para que pierda una parte del alcohol -unos 10 minutos-. Quién lo ha preparado lo sirve en tazas, más adecuadas porque tienen nansa y este brebaje es caliente.
Leave A Reply