Un plan obligado para los amantes de la arquitectura medieval es ir a conocer el Castell de Montgrí (Torroella de Montgrí). Llegar al macizo redondeado en el que se encuentra es bastante sencillo y se puede alcanzar en una hora y media aproximadamente. Sigue leyendo, ¡iniciamos el ascenso!
Inicio de la ruta
Empezaremos siguiendo la calle de Fàtima. Llegará un momento en que ésta se convertirá en el Camí de les Dunes. ¡Ya estaremos en el lugar exacto para emprender el recorrido!
Este primer tramo es amplio y la pendiente de subida es ligera. Desde aquí, es posible divisar el río Ter y la imponente Iglesia de Sant Genís, uno de los escenarios que forman parte de la celebración del Festival Internacional de Música de Torroella de Montgrí.
Nos toparemos con varias capillas idénticas que fueron levantadas en honor a Santa Caterina. Son de pequeño tamaño con techo de vuelta y hechas de piedra. Además de ser estaciones para rezar el rosario a lo largo del camino que va a la ermita de Santa Caterina, servían de refugio a los pastores que eran sorprendidos por fuertes tormentas.
Sorpresas por el camino
Aunque el castillo parezca estar más cerca y eso nos anime a seguir andando, ahora es un buen momento para tomarnos un descanso. Lo haremos justo cuando lleguemos al Coll de la Creu, un montículo en el que hay una cruz de hierro. Desde esta zona se aprecian unas vistas increíbles. La ermita de Santa Caterina, por ejemplo, es uno de los edificios que más resalta a lo lejos. La ermita es digna de visitar y el trecho que dirige hasta ella no tiene pérdida.
Fue fundada en el siglo XIV por tres monjes que procedían del Monasterio de Montserrat y fue también remodelada y ampliada en siglos posteriores.
De planta rectangular, se caracteriza por ser un conjunto sencillo en el que destaca su tejado a dos vertientes. Tiene una planta baja, un piso superior, un campanario y un modesto patio con un pozo.
En el interior, les paredes de las naves laterales son totalmente blancas. En cambio, las paredes de la nave central, están pintadas con frescos repletos de imágenes religiosas, elementos vegetales y florales. Si nos fijamos en el techo vemos que también ha sido decorado con los mismos recursos.
El castillo
Para alcanzar la cima donde está el castillo, deberemos volver al punto en el que hicimos una parada para reponer fuerzas y que estaba marcado por una cruz. Como la subida comenzará a hacerse un poco más complicada y el terreno más rocoso, es importante que prestemos atención a cada paso
que demos para no tropezar.
Avanzaremos unos cuantos metros más y, ¡oh, sorpresa!, el Castell de Montgrí estará ante nosotros.
En el siglo XIII, Jaume II mandó construir esta fortificación cuyas dimensiones son de treinta y un metros tanto de ancho como de largo y trece metros de alto.
A pesar del aspecto robusto que presenta, su belleza reside en la sencillez de su estructura. Su planta es completamente cuadrada y tiene cuatro torres cilíndricas, cada una adosada en una esquina.
Llaman la atención las cuatro únicas ventanas de las que dispone y las almenas que coronan sus elevados muros.
La entrada principal invita a descubrir un interior aún por terminar. Las marcas en el suelo dan pistas de cómo podría haber sido su distribución. Una de ellas es un recuadro en el centro el cual nos indica, casi con toda seguridad, que este espacio estaba destinado a ser un patio.
El acceso a su parte alta se realiza usando unas escaleras metálicas de caracol. Una vez arriba, desde los miradores de las torres, se contemplan las maravillosas Illes Medes, la playa de Pals, la Bahía de Roses y las canteras de las que se extrajo la piedra con las que fue construido este espectacular
castillo.
Si decides hacer esta entretenida ruta en un día soleado y caluroso como los que se acercan, te recomendamos ponerte una gorra y crema solar. Y no te olvides de llevar una botella de agua fresca en la mochila, cuando llegues a la mitad del camino… ¡lo agradecerás!
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